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3 LIBROS SOBRE LAS APARICIONES DE FATIMA

 




CARMELO DE COIMBRA

BIOGRAFIA DE LA HERMANA MARÍA LÚCIA DE JESÚS Y DEL CORAZÓN INMACULADO O.C.D.

INTRODUCCIÓN

— Aquí estoy por séptima vez. Ve, sigue el camino por donde el Señor Obispo te quiera llevar. Ésa es la voluntad de Dios.


— Sí, haré lo que me ordenáis.


Y la pastorcita, con los ojos fijos en Dios que le hablaba mediante la voz de la obediencia, dejó su tierra, su familia y la casa de su padre, marchando hacia la tierra que le fue indicada [2], llevando sobre sus frágiles hombros la responsabilidad de dar a conocer al mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María, como dijo en su despedida de la pequeña Jacinta, su prima y confidente. Con la sencillez con que ella vivía, vamos a acompañarla en su largo camino, donde no faltaron las espinas, pero por donde corrió en abundancia, como agua cristalina de un manantial siempre en dirección al mar, el amor que le dio fuerza en su peregrinar por el mundo, que para ella era sólo el camino hacia Dios.


Fue una vida enamorada de María. Cuando ella se veía rodeada de muchas personas, atenciones y peticiones, solía decir: ¡Todo es por causa de Nuestra Señora! Y, si la viésemos, Nuestra Señora diría: “¡Todo es por causa de Jesús!”. Sí, porque todo se dirige hacia Él en nuestra vida. Y, cuando María viene a la tierra a traer algún mensaje, siempre es para la gloria de Dios y la salvación de Sus hijos, para indicarnos el Camino, la Verdad y la Vida, o para recordarnos que algo no va bien. Desde muy temprano, la vida de la Hermana Lúcia tiene el sello de María. Y, durante su muy largo recorrido, fue este amor de su infancia lo que marcó todos sus pasos. Fue siempre a Jesús por María.






P. JOAQUÍN MARÍA ALONSO

PRÓLOGO

Este es un libro «popular», ciertamente; pero absolutamente serio. Ninguna de nuestras afirmaciones — o, a veces, de nuestras correcciones a errores anteriores — está destituida de fundamento histórico, o crítico-histórico, o teológico.


Nuestra intención principal es doble:


a) Primero consiste en un intento de acabar para siempre con las mistificaciones, con las caricaturas, con los tremendismos, con la apocalíptica barata y sensacionalista que se ha producido, casi comercializada, en torno a Fátima y a su secreto. Para conseguir este primer propósito, sólo había un camino: Decir la verdad, nada más que la verdad.


b) Pero la «Verdad sobre el Secreto de Fátima» tiene unos aspectos sumamente positivos que también queremos destacar. Porque Fátima y su secreto, si no es en modo alguno «tremendista», sí que es absolutamente algo serio cuando nos enfrenta con los tremendos misterios del más allá. Y no se puede confundir el «tremendismo» con la seriedad de nuestra Fe católica. Ni debería ponerse en ridículo a los Hechos y al Mensaje de Fátima simplemente porque [estos] anuncian [,] de una manera absolutamente evangélica [,] las verdades más serias de nuestra Fe.


Quisiéramos, finalmente, advertir que este opúsculo, al estar especialmente consagrado al tema del «Secreto» de Fátima», no da ni una síntesis de todos los hechos de Fátima ni de su espléndido Mensaje. El lector haría bien si preparase la lectura de este opúsculo con una previa revisión de los Hechos y del Mensaje en general, tal como se encuentra en libros innumerables. [El lector también puede consultar el Apéndice para conocer las Apariciones de Ntra. Señora en Fátima.] Que el Señor, que pone en los corazones su santo temor, nos lleve, por medio del Mensaje de la Virgen de Fátima, a la perfección de la caridad, por el Espíritu Santo, de Cristo Jesús. Escribíamos el día 13 de Julio de 1976.






FRAY ANTONIO CORREDOR GARCÍA O.F.M.

JACINTA MARTO, VIDENTE DE FÁTIMA

En Aljustrel, pequeño barrio situado a unos ocho­cientos metros de Fátima, nació Jacinta el 11 de marzo de 1910.


Era la más pequeña de los tres niños que vieron a Nuestra Señora el año 1917. Contaba entonces siete años de edad.


Era de clara inteligencia. Ligera y alegre como una avecilla, siempre estaba corriendo, saltando o bailando.


Los otros dos videntes eran su prima Lucía, de diez años, y su hermano Francisco, dos años mayor que ella.


Los tres se entretenían en los juegos propios de su edad, como el de las prendas y el de los ladrones.


Cuando se cansaban de jugar, Lucía les contaba his­torias y cuentos que había oído a sus hermanas.


Pero a Jacinta lo que más le gustaba era escuchar el relato de la Pasión del Señor.


Esto le producía gran impresión, y exclamaba;


-iPobrecito de Nuestro Señor! ¡Nunca más cometeré pecados, ya que tanto le hacen sufrir!